Cuando llega la noche,
mis amigas las estrellas,
hacen un aro de luz con mi ser,
para que yo,
siempre construya un presente,
a través de la llegada,
de mi amado.
Cuando cierro los ojos en mi lecho,
el alma susurra a los cielos,
un canto de pura alegría,
porque va al encuentro de tus bellos brazos.
¡Oh padre mío, maestro de mi corazón!
Escucha mi humilde pluma,
hoy,
te lo ruego señor,
que a ninguna boca le falte éste,
tan digno tu alimento,
tan maravillosa tu obra con nosotros.
Todos, todos estamos tan ciegos ante ti,
cuántos por qué revolotean como mariposas,
en mis entrañas,
cuánto aún tiene que quemar el sol,
para verte otra vez.
Tu gloria divina,
el hogar de mi verdadera existencia,
y le pese a quien le pese,
salgan truenos y relámpagos,
contra los vientos y las mareas,
y hasta de loca me tachen los que aún duermen.
Pues, no hay muerte más triste,
que la de aquellos,
que siguen dándote la espalda.
¡Oh padre mío, maestro de mi corazón!
Y mi cachito de amor.
Elena CR